lunes, 5 de febrero de 2018

URGENCIAS DENTALES LAS 24 HORAS



   No hay nada peor que romperte una muela mientras estás comiendo pochoclo, plácidamente recostada en el sofá con tu hijita mirando Hotel Transilvania 2. Bueno, sí hay. Encima era sábado a la noche. Por suerte (parte 1), no sentía dolor, pero comencé a advertir que el filo de la muela amenazaba con lastimarme la lengua, lo que me molestaría al hablar y (más preocupante aun) al comer.

   Por suerte (parte 2), tengo un plan de salud que prevé estos inconvenientes dentales y ofrece un servicio de emergencias las 24hrs; encima, cerca de casa. Ya tenía plan para el domingo.

   Conocía el lugar y había estado por inconvenientes similares, como buena paciente con bruxismo. Abro la puerta y observo con alivio que no hay nadie en la sala de espera. Se ve que hay gente con mejores planes para un domingo a la mañana.

   Después de anunciarme, me siento a esperar, lo que supongo será un breve momento porque la única otra paciente a la vista acaba de retirarse.

   Veo a la doctora en la mesa de recepción, pero está de espaldas a mí. Me digo que no será necesario que me llame por el nombre, como me anticipó la recepcionista, ya que soy la única persona allí. Sin embargo, grita, sin levantar la vista de un papel que está escribiendo: "¡Giménez!". Me levanto como si me hubieran llamado al frente para tomarme la lección. Paso a su lado y, sin mirarme todavía, me indica con la mano: "¡Por allá!". Llego al final del pasillo, maldiciendo mi (mala) suerte (parte 1), ya que pondré mi boca en manos de esta mujer temible. No sé si entrar al consultorio de la izquierda o de la derecha. Me doy vuelta y ahora sí me mira y me indica cuál es con la mano. A la izquierda. Que en italiano es la 'siniestra'...

   Entro con todo el exceso de equipaje que exige el invierno y me pregunto dónde ubicarlo. No me tomaré la libertad de elegir con esta mujer. Espero a que venga y me indique dónde poner mis cosas.

   Llega. 'Sentate ahi, poné las cosas arriba tuyo que esto va a ser rápido'. Caramba. ¿Me aplicará la inyección letal? Supongo que quiere que me quede muy claro que este es un servicio de guardias de emergencias; que no vengo, por ejemplo, para un blanqueado estético.

   Me acomodo, desvalida, con campera, chal y cartera en mi falda. Me abrazo a todo eso. Igual, estoy a solas con ella y nadie, nadie, sabe que estoy en este lugar. Ni el maldito GPS, pienso.

   - ¿Qué la trae por aquí?

   Trato de resumir todo lo más posible. Esta doctora no parece tener mucho tiempo, aunque la sala de espera siga vacía.

   - Se me rompió una muela y...

   - Ajá, ajá, claro, y te molesta...

   - Sí, y pensaba si me la podría limar para que...

   - ¿Cuál es la pieza?

   Abro la boca, obediente, y le muestro.

   - Bueno. Abrí lo más que puedas que tengo que reducir los bordes con el torno.

   No es momento para contarle que además de bruxismo (que tal vez ella imagine por el tipo de rotura) tengo disfunción temporomandibular, lo que me complica abrir la boca cual lobo de Caperucita. Enciende el torno, el sonido que más odio de todos. Me encomiendo a Dios. Soy atea, pero me encomiendo a Dios que, en situaciones límite, imagino que asiste a todos los mortales. Además es domingo, su día...¿qué otra cosa puede estar haciendo?

   - Hice lo que pude. Es loza -. Ah, ni siquiera rompí muela. Era una corona.

   Compruebo con mi dedo que los bordes perdieron su condición de cuchillo afilado. La bruja hizo un estupendo trabajo.

   - Ahora firme aquí, aquí y atrás. La misma muela y el mismo problema que la paciente anterior. ¡Me quiero mataaarrrr!


   Ya casi me está cayendo simpática. 'Bueno, adiós, ¡muchas gracias, doctora!', digo, al despedirme, con ese servilismo idiota que sentimos ante el profesional experto que nos sacó la espina que tanto nos dolía.




Este relato formó parte de la antología de cuentos "Historias huidizas". Compilado por Mariano Cozzi y publicado por Editorial Dunken, Buenos Aires, diciembre 2017.